Sobre la exposición
Un triángulo negro nervioso extiende silenciosamente su brazo para acurrucarse con otro triángulo negro.
Dos orbes rojos que juegan como ojos se deslizan por las mejillas y la frente de un retrato sonriente. El rojo se mancha, se difumina, se raya y se presiona, dejando el papel mutilado. En este momento de moderación y lentitud, en esta hora global de cuarentena, confinamiento y aislamiento, me sentí más atraída por las piezas del archivo de NIAD que apuntaban al sentido del tacto. Desde la forma verde de Carlos Fernández; o la delicada mano de piano que se extiende hacia arriba con curiosidad (D1232), hasta la suave mejilla acunada en la pieza de Erica Martínez (P2257), todas estas obras de arte evocan el tacto.
El tacto define nuestro perímetro exterior, la frontera de nosotros mismos. El roce aleatorio de un extraño que pasa rozándonos en el supermercado, el roce no deseado en un tren abarrotado y sofocante con cuerpos chocando y pisándose unos a otros, el roce familiar de los brazos abiertos esperando brazos para abrazarnos. Veo muchos tipos de tacto en estas trece obras: un tacto lleno de electricidad, un sangrado suave que hace cosquillas, un rasguño obsesivo en la superficie del papel.
La cuna delineada de Mireya Betance me hizo reflexionar. Las figuras miran fijamente los contornos de las demás; donde sus cuerpos se encuentran se convierten en una forma, un perímetro, un lugar. Mientras que la pieza de Erica Martínez (D4470) evoca la sensación que se genera cuando se rompe un perímetro. Es el empujón encendido que empuja a Uno de vuelta a la fortaleza que ha sido violada. “Pillow” (F0202) de Deatra Colbert me llevó al tacto de mi madre, a ser una niña y a que me peinaran la “cocina”, al suave trenzado y anudado de mi cabello mientras me sentaba entre los muslos redondos y pesados de mi madre. Halisi Noel-Johnson me llevó a la iglesia. En su pieza (D0756), siento el balanceo, el pulso, el toque de un ritmo. Un ritmo que toca a una reunión de personas y así, en un balanceo melódico, los asistentes a la iglesia levantan sus manos para que el más allá los toque.
La pérdida de contacto nos deja grandes e hinchados, flotando desapegados y expansivos. Como Alicia en el País de las Maravillas, la arquitectura de nuestros hogares, nuestros refugios en el lugar, se llena de nosotros mismos. La casa no puede contenernos y nos expandimos y expandimos hasta que nuestras piernas estallan por las ventanas y nuestra cabeza magullada golpea el techo. Nuestros hombros golpean el ventilador del techo y nuestro trasero se encaja en las esquinas. No hay ancla, ningún toque en el hombro que nos arranque de lo irreal, así que continuamos expandiéndonos.
Estas obras abordan el perímetro, el contorno de dónde empiezo y termino. Las obras de arte plasmaron mi relación con lo que me ha rodeado y me rodeará de nuevo, en lugar de la pared blanca actual que me mira fijamente.
Acerca del selector
Brittney Leeanne Williams es una artista residente en Chicago, originaria de Los Ángeles. Su obra ha sido exhibida en Nueva York, Los Ángeles, San Francisco, Miami (Untitled Art Fair) y Venecia, Italia (Bienal de Venecia), así como en Chicago y en todo el Medio Oeste. Williams asistió a la Escuela de Pintura y Escultura Skowhegan y a la Escuela del Instituto de Arte de Chicago (2008-09). Recibió una beca de la Fundación Joan Mitchell. Williams fue artista residente en la Universidad de Chicago (CSRPC/Arts + Public Life) en 2017-2018 y ha realizado residencias en la Coalición de Artistas de Chicago (HATCH Projects) y en el Centro de Arte Hyde Park (The Center Program). El otoño pasado fue artista residente en el Centro McColl para el Arte + la Innovación y, más recientemente, recibió el premio Coney Family Fund.
La exposición completa
Obras disponibles